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"Si sabes preparar un buen café turco, en Serbia ya estás lista para casarte"

Armando el puzzle balcánico Cap I: Posos de café turco en Belgrado.

Toda relación que se precie comienza frente a la mesa. La comida es el mejor lenguaje posible entre dos personas de naturalezas dispares que pretenden conocerse. En esto del convite, los serbios son unas auténticas estrellas.

Anja, la veinteañera serbia que me hospeda, me recibe en su lujosa casa del centro de Belgrado como toda una anfitriona experimentada. In situ me ofrece un solemne desayuno compuesto de café turco, compota casera, pan de soda que ella misma ha elaborado, queso de cabra y huevos a la plancha con tocino -me indica que a sus compatriotas les vuelve loco ese manjar procedente del cerdo-. El orden de los factores si que altera el producto en este caso. Y es que, según me cuenta mi anfitriona, en su país es costumbre ofrecer slatko (fruta en conserva almibarada) a modo de bienvenida. Por lo que el festín comienza protocolariamente con la ingesta de frambuesas en almíbar mientras observo la ornamentación ortodoxa que abunda en la sala de estar.

Es entonces cuando conozco uno de los grandes rituales que es nexo de unión -pese a las adversidades- en todos los países de la Península Balcánica: la toma del café. Nada de beberlo junto a la comida; en Serbia el café se deja para el final. Ya que siempre debe ir acompañado de una buena charla. Aunque es tal la ceremonia y el prestigio que se le otorga a este café muy concentrado que se realiza hirviendo directamente los granos molidos en el agua, dejando los característicos posos, que merece un capítulo aparte dentro de esta historia.

Tengo mis dudas sobre el orden del itinerario que realizaré a lo largo y ancho de la ex Yugoslavia, no sé si continuar por Kosovo. Por lo que, entre sorbo y sorbo de café le pregunto a Anja sobre el país de la eterna disputa serbia. Ella lo tiene claro: -Kosovo será siempre Serbia. No puede entender que Kosovo, -junto a quienes han luchado contra la invasión turca-, se considere un estado independiente. De hecho, y pese a no haber vivido el conglomerado yugoslavo, mi anfitriona no entiende cómo algunos países quisieron independizarse: -"Éramos uno; estábamos unidos y apenas había disputas entre nosotros", me explica un tanto indignada y con una nostalgia propia de quien ha oído hablar del tema, pero no lo ha vivido en su propia piel. Esta joven estudiante de Ciencias Químicas sueña con encontrar la cura definitiva del cáncer, y me pregunta sorprendida el porqué de mi soltería (como si el hecho de tener pareja se eligiera y/o comprase en un hipermercado).

Al hablarle sobre mis próximos destinos no puede evitar seguir sorprendiéndose más y más: "¿Has estado en Croacia? -me pregunta-, con una expresión entre temerosa y confusa. Entonces me explica que ella prefiere veranear en Grecia. -"No es que mis padres no me permitan ir a Croacia; de hecho, mi padre tiene algún pariente allí", -explica con un tono de extrañeza- "pero sí que temen que pueda pasarme algo. Se preocupan mucho por mí, como todo padre que quiere a su hija...". Soy yo la que se asombra ahora y ante mi gesto de incredulidad, Anja me dice que a ella le da igual, asegura no tener nada en contra de los croatas, pero que ni Croacia ni sus habitantes, le despiertan "un especial interés".

A lo que íbamos... la hospitalidad y cordialidad de Anja es tal que no puedo evitar piropear el café que acaba de preparar, a lo que ella me responde entre risas: "En Serbia es típico el dicho de que si sabes preparar un buen café es que ya estás lista para casarte". Ambas charlamos, y devoramos el desayuno (mejor dicho yo, porque ella confiesa tener un especial cuidado con su figura, tras la negativa de varias agencias de modelos. Cosa que me parece totalmente ridícula, ya que Anja bien podría tener una 90, 60, 90).

Continuamos con nuestra charla sobre Croacia. Anja me explica con cierta indiferencia: "Parece que, finalmente, han conseguido lo que querían: estar en la Unión Europea. A nosotros no nos interesa. Tal y como está la cosa, la UE va a desaparecer y si nos unimos, quien sabe... puede que hasta Serbia acabe desapareciendo".

Apenas formo parte de este monólogo, ya que prefiero no entrar en polémica y escuchar sus motivos. Además, ya conocéis el dicho: "es de bien nacido, ser agradecido". Anja resulta ser toda una anfitriona, seguimos conversando sobre la relevancia del café en su país y, aprovecho para sacarle el tema de Bosnia -hace un año estuve en Sarajevo, quedé prendada de sus cafés, y aún me dura el hechizo de sus calles-. Puede que tras haber escuchado la apatía que le causa Croacia, la respuesta debería haberme parecido obvia. Pero aún así no pude evitar 'escandalizarme', cuando, nuevamente asombrada por mis gustos, me dice: ¿Ah, sí? ¿En serio te gustó Bosnia? .*

*Inciso: a estas alturas de la charla me es obvio que Anja no ha estado en ninguna de las repúblicas ex- yugoslavas (con la excepción de Montenegro, que al fin y al cabo, hasta el 2006 era parte de Serbia), por lo que sus opiniones están condicionadas por lo que ha leído, o más bien, oído.

"It´s Ok", me responde mientras comienza a recoger el desayuno: "Ya sabes que la mitad de Bosnia pertenece a Serbia -se refiere a la República Srpska- , no tengo ningún problema con Bosnia", me dice, "El problema en ese país siempre será su población musulmana", finaliza. No pretendo aunar en el tema, porque está claro que Anja no tiene conocimientos sólidos sobre una cuestión étnica que va más allá de las fronteras geográficas.

Enciende la tele. En la mayoría de canales de la televisión serbia emiten telenovelas turcas. Me explica que ahora están de moda, pero que, sin embargo, las españolas siempre han sido sus preferidas. Es en ese preciso instante cuando comienza a deleitarme con las expresiones que conoce en mi lengua materna -todas ellas sacadas de telenovelas latinoamericanas- . He de reconocer que la dulzura es su plato fuerte, y aunque sus expresiones no vayan más allá de "Te quiero mi muchacha linda", lo dice con tantas ganas que acabo sintiéndome como una madre ante las primeras palabras de su hija -bueno, quizás haya exagerado un poco-. Todos los clichés latinos le vuelven loca. Su pasión va más allá de las telenovelas e incluso acude a clases de salsa y bachata. Algo común entre la juventud serbia, según me cuenta. La joven química es toda una enciclopedia en términos telenovelescos: conoce mil títulos y se queda atónita cuando le explico que la única que yo conozco es 'Pasión de Gavilanes'. Me pide que, por favor, cante la canción. Acabo cediendo ante su entusiasmo.


Parecemos dos adolescentes en una especie de 'pyjamas party', y lo más sorprendente es que a simple vista, aparentamos ser amigas de toda la vida, y no dos 'extrañas', que acaban de conocerse unas horas atrás. Una de las constantes que, posteriormente, me acompañarán a lo largo de mi recorrido en Serbia.

Cambiamos de tercio al ver una noticia sobre Trump en la televisión. Es en ese momento cuando Anja torna su vivaracha actitud por una postura impregnada de resentimiento: "Estados Unidos... ellos fueron los encargados de ayudar a la población musulmana causante de tanta disgregación entre un pueblo; ellos ayudaron a la población bosniaka y bombardearon Serbia". (Y digo yo: ¿qué hubiera pasado si nadie hubiera intervenido tras el genocidio de Srebrenica? -aunque muy a pesar, fuera EEUU-). Resulta ineludible volver a sacar el tema de Kosovo al mencionar a Estados Unidos. Le pregunto por la situación entre ambos países (Serbia y Kosovo), y ella me cuenta como una compañera suya de clase vive en Pristina, y cada vez que va a la universidad tiene que mostrar su documento nacional de identidad. Expresa molesta: "¡Cómo si Kosovo fuera un país distinto a Serbia. Además, los albaneses que viven allí le hacen la vida posible: la torturan psicológicamente", me cuenta con rencor. "Kosovo forma parte del territorio serbio. Si EEUU no se hubiera metido en medio, conviviríamos en armonía. Los kosovares se creen muy avanzados, pero realmente están siendo manipulados por Estados Unidos, que únicamente los quiere por intereses políticos y geoestratégicos: están construyendo bases militares en Kosovo, porque geográficamente es el lugar perfecto para controlar todos los Balcanes". Además, que te voy a decir... el presidente de Kosovo es un criminal que, durante la guerra, traficaba con órganos humanos..." Desde luego, no vayas a Albania.

(TO BE CONTINUED)


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