La gente feliz no tuitea
Si, acabas de despertarte en esa cama de forja antigua, con las sábanas de seda. Tan siquiera has tenido que madrugar. Abres las cortinas floreadas y voilá: el sol penetra por las vidrieras del mirador y alcanza hasta el último rincón de tu habitación. Sonríes. Eliges a Beirut como la banda sonora merecedora de semejante bucólico amanecer. Pones el disco y el pinchadiscos comienza a girar. Abres la nevera y aún queda un pedazo de la tarta de queso que tu chico te hizo por vuestro aniversario. Coges el pedazo, lo aderezas con la mermelada casera que la abuela te mandó la semana pasada y la Nespresso te prepara un macchiato que parece haberlo hecho el equivalente al Pulitzer de los baristas. El olor a hortensias y azaleas penetra por tus fosas nasales. Miras tu reflejo en el espejo de resina dorada que encontraste en aquel anticuario de Budapest y te sientes bonita. Bonita y dichosa. Te tiras sobre tu cama, enciendes la computadora para revisar el correo diario. Ningún email de presión, un nuevo proyecto y un recordatorio de que esta tarde tienes pases para el preestreno del último filme de nosequé director escandinavo. Piensas en el modelito que lucirás. Y es que posteriormente estás invitada al cóctel y quien sabe, quizás tengas la oportunidad de conocer a algún famoso merecedor de una historia inspiradora. Vuelves a lo del modelito. La ocasión no es fácil. ¿El vestido de Chloé que te regaló tu tía 'la pija'? Habrá alfombra roja, y ¿qué chica no ha soñado con brillar más que una piedra de Swarosvky sobre ella? Además quieres estar a la altura de las circunstancias. Aunque igual es mejor pasar desapercibida... ¿El mono vintage que compraste en aquella tienda de Le Marais? Tampoco quieres parecer la típica cooltureta hipster que va al evento porque tiene colegas de la industria... Mmmm. ¿Y la combinación de falda midi y blusa peasant? Demasiado naïf, tampoco quieres parecer una escritora recién salida de la facultad -que es al fin y al cabo lo que eresj-. Arrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrg. Decides adentrarte en el pavoroso mundo de las editoriales de moda y empiezas a analizar eventos, looks, tendencias, alfombras rojas.... ¡Mierda! Así no hay quien se concentre para escribir.
"La gente feliz no consume. La gente feliz no tuitea. La gente feliz no escribe. La gente feliz no crea. Y cuando lo hace, más vale que no lo hubiera hecho. Ahí están esos cantantes con los ojos en blanco destrozando canciones que más les valdría haber dejado en paz. Para aportar al mundo, lo tienes que hacer desde el vacío que te ha dejado aquello que perdiste. Para que quepa un sentimiento, tiene que haberte dejado espacio algo o alguien que ya no está. Quien nunca haya llorado a Chavela aún no sabe hasta dónde se puede uno llegar a vaciar".
¿Quién cree que la tristeza es la inspiración de todo escritor? Y quien dice tristeza, dice taciturnidad, dice melancolía, dice depresión, desesperación, lluvia, soledad, desengaño, desamor, pérdida, aflicción, nostalgia.
Todos tenemos la imagen en la cabeza del típico prototipo de escritor en una lúgubre buhardilla repleta de papeles, colillas de cigarro, restos de tinta, pozos de alcohol, montañas de ropa dispersas por el piso y una cortina de humo a modo de ambientador. Y la verdad es que no vamos muy desencaminados...
Para mí, escribir es una forma de sobrevivir. Es una forma de ser; de existir. De recrearte, de trascender. Supongo que cuando estamos frente a un duelo es cuando estamos más a solas con nosotros mismos; es entonces cuando los sentimientos y los pensamientos pesan tanto, que sólo hay manera de volcarlos al papel para tratar de calmar la olla exprés en la que se encuentran sumergidos.
Qué deciros de la tristeza... a mí me parece tremendamente inspiradora.