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No me gustan los aeropuertos

Salamu aleikum, Marruecos Cap I

Aeropuerto Rabat-Salé



No me gustan los aeropuertos. Sin embargo me excita observar a cada viajero que circula a lo largo y ancho de su 'tierra de nadie'. No hay mejor pasarela que cada estancia de un aeropuerto: sus cintas trasportadoras hacen de perfecta catwalk donde tienen cabida todo tipo de indumentarias tan diversas como los orígenes de sus maniquís. Una pasarela completamente atemporal: desde bermudas y sandalias, hasta jerseys de cuello vuelto enfundados en plumíferos; pasando por sombreros de paja, burkas, vestidos de gala o botas de montaña, entre los numerosos complementos que forman la colección primaveranotoñoinvierno de esta colección global.

Pensándolo bien Gucci, Dior y todos sus secuaces, deberían tomar apuntes en esta sala de espera del aeropuerto Rabat-Salé. No hace falta pasearse por la Quinta Avenida neoyorquina o desplazarse hasta el West End londinense en Bond Street, para embriagarse de los outfits más interraciales y cosmopolitas. Un aeropuerto es un microcosmos formado por representes de toda la esfera terrestre, y lo más sensacional es que las combinaciones más variopintas pasean haciendo desdén de ello.


Ensimismada me hallaba radiografiando cada outfit de mis compañeros de estancia y vuelo, cuando un trabajador aeroportuario me hizo bajar del front row a la tierra con un: " Excusez moi mademoiselle, vous remplissez ce formulaire si vous souhaitez entrer au Maroc". Algo aturdida le respondi con un "D´accord'" que hacía años que no salía de mi boca. Como el vuelo provenía de España, la mayoría de mis compañeros de vuelo tenían una procedencia tan ibérica como el jamón o la siesta (y aunque me haya declarado en contra del 'clichecismo', la mayoría de especímenes lo merecían), lo que significó que la fila para rellenar el formulario que permitiera mi entrada a Marruecos era un completo caos de bullicio y gente aturullada en busca de un bolígrafo. De hecho no sé si se habrán dado cuenta, pero ese 'no saber hacer una fila' es uno de los rasgos más característicos de mis queridos compatriotas, ojo que yo también me doy por aludida, ¿Cuándo el 'Cómo guardar fila' y sus subíndices como 'Comportamiento en una fila' o 'qué hacer en caso de emergencia ante colas de espera' serán libros obligatorios en el maravilloso sistema educativo español?


Tras una espera similar a la que se forma en una fila cuyos miembros llevan en sus manos una carta de racionamiento, por fin logré hacerme con una ficha de inscripción. Lo único que me llamó la atención de ella fue el apartado en el que me pedía mi nombre de 'soltera'. Costumbres de 'Oriente', pensé... Así que rellené el resto de datos cual autómata y me dirigí a la ventanilla donde el agente de turno recogería mi formulario, sellaría mi pasaporte (¡Yuhu! Otro sello más) y me daría la bienvenida a Marruecos. ¿O no?


Con la mejor de mis sonrisas y ese 'nosequé' que le hace a una sentirse importanciosa a la hora de mostrar su pasaporte ante una autoridad, se lo entregué a Amara (eso ponía en su uniforme). No obtuve respuesta a mi "Bonsoir". Tampoco trató de comparar la angelical fotografía de mi pasaporte con mi verdadero rostro. Tan sólo me dijo: "Vous êtes journaliste? Qu'est-ce que la publication que vous travaillez?". Bien es sabido que mi francés podría ofender a todo ultraortodoxo de la lengua gala, pero aún así supe defenderme haciendo uso de mis conocimientos adquiriddos contemplando películas de Godard y Truffaut y un mix de aquel intercambio que hice a la ciudad aquitana de Libourne con 15 años (aunque he de confesar que durante aquella quincena lo que más repetí fue "Je suis fatigué. ¿Je peux aller dans ma chambre?" (todo con tal de no enfrentarme a los interrogatorios que la familia que me hospedaba me hacía en cuanto tenía la mínima oportunidad).

El caso es que me sentí muy orgullosa de mi verborrea francesa, pero parece ser que la señorita no entendió ni una palabra de " Je ne travaille pas exclusivement pour le milieu journalistique Intrinsèquement. Je travaille pour plusieurs entreprises". Así que volvió a preguntarme lo mismo. A lo que yo respondí igual. Traté de explicárselo en inglés pero la tía no tenía ni idea. Así que tras llamar a dos compañeros y seguir erre que erre elucubrando sobre para qué medio trabajaba. Un 'segurata' decidió llevarme a un despacho que ofrecía muy poca confianza. En su interior se encontraba una mesa de esas que decoraban toda escuela franquista que se preciara, sobre ella un retrato del alabado y querido Mohamed VI, que por su apariencia parecía un personaje sacado de la película Torrente. Paradoja de su mandato ante un pueblo sumido en las cautelosas reglas del Islam. Y una bandera marroquí tamaño XXL. Allí me recibió un funcionario que por su comportamiento, vestuario y pelo engominado me recordaba al presentador de los anuncios de la teletienda que la televisión española emite a altas horas de la madrugada. Se rió al verme y no me dijo ni el "salamu aleikum" de rigor: se dirigió a mí en inglés directamente para decirme: Why must I talk to you in English if you don´t talk Arabic?


To be continued...





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