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Déjà vu


Sigues tan majestuosa como cuando, años atrás, dejaste boquiabierta a aquella adolescente todavía niña que surcaba tus calles, haciéndolas también suyas por primera vez. No es que no te conociera, de hecho te había visitado varias veces, pero ahora descubría tu otra cara: la que hechiza al vivirte.

Siete años nos separan. Pero hoy he vuelto a sentir ese hormigueo al bajar por tu Carrera de San Jerónimo y recorrer Espíritu Santo. Esa sensación tan maga de quien conoce algo por primera vez; de esa niña con zapatos nuevos.

Los años no pasan en vano. Ya no soy fácil de impresionar. Demasiadas ciudades, almas, suspiros y países recaen sobre la mochila de una espalda que apenas roza los 25 años.

Pero hoy tú, dueña y señora, me has devuelto la ilusión que sólo tiene cabida en un libro por abrir, la sonrisa nerviosa con la que se fantasea antes de la primera cita y la esperanza de un alma que sabe lo que es vivir en una tormenta de tinieblas y abismos.

Dicen que con la edad nos ilusionan menos cosas. Lo corroboro. Pero hoy, me has hecho renacer en tus calles. Volver a ser la chica de capital de provincia para la que te presentabas como un cúmulo de anhelos, ansias, grandilocuencia y libertad. He vuelto a sentir que el futuro corre de mi parte y que hoy vuelve a comenzar todo. Desde tus entresijos, tus callejuelas; desde esa alma tan canalla que te caracteriza, y que pocos conocen de verdad.


Por primera vez no he mirado a los zapateros de Gran Vía con cierta lástima, sino que les he saludado pensando en el papel tan importante que juegan en tus calles, en tu historia, en tu patrimonio. Les he mirado orgullosa, pensando que, sin ellos Madrid sólo sería una ínfima parte de su legado. Tampoco he podido evitar tomarme una caña (o dos) y guiñarle un ojo al camarero al referirse a mí con un 'mi niña'. Sí, he odiado toda mi vida ese tipo de trato tan vulgar. Pero hoy todo es distinto. Incluso el calor propio del pleno mes de agosto en Madrid me ha parecido tan.. como decirlo... ¿autóctono? que se me ha pasado por la cabeza que debería reclamarlo Patrimonio de la Humanidad 'Madrileña'.

Supongo que cuando una ciudad ha sido el marco que te ha forjado como persona siempre quedan parte de sus cimientos en tu esencia: lo previo a ella sólo fue vacua existencia, lo posterior: puesta a prueba, y aunque el presente no esté pincelado con esos tonos pasteles con los que augurabas pintar tu lienzo, hoy todo da igual.

Hoy has vuelto a tener la sensación de una adolescente de 17 años que cree tenerlo todo al levantar su mirada ante el cielo de Madrid. Hoy te has sentido la reina de un Paseo de la Castellana atestado de trabajadores que entre sorbos de café y ojeadas al periódico inauguraban un nuevo capítulo en la capital.

Y señores y señoras, una reminiscencia así no se vive todos los días, y más aún, cuando se es consciente de ella.


Siempre tuya, mi MADRID,


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