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ARREBATO: el punto de fuga que convierte el cine en ARTE


Arrebato (1979) de Iván Zulueta ha sido considerada una de las películas de culto del cine español. Se ha hablado de ella hasta la saciedad, así que no abundaré en análisis, reseñas y mucho menos resúmenes de su trama, sólo me permitiré hacer una reflexión de su final y de su mágica filosofía:


Dejando de lado cánones y axiomas establecidos, Zulueta consiguió con esta película recrear en el personaje de Pedro la viva imagen del CINE. Un personaje que actúa entre y sobre los humanos a través de cámaras, pantallas y demás maquinaria cinematográfica. Pedro representa la pureza. Busca el arrebato de una manera honesta y legitima. Para él el mundo escapa de la estructura social, de los placeres o de cualquier forma de vida 'normal' que escape del cine. Para él, "pasar al otro lado del espejo" es pasar a un mundo arrebatado, donde la plenitud de la infancia -de la que no quiere escapar, actuando como si se hubiera quedado en esa etapa de sueños e inocencia- es el gran premio.

Por el contrario, parece que Sirgado, la única persona a quien Pedro considera merecedora de ver su cine, sólo podrá dar el paso a este otro lado a través de una venda en los ojos, recordándonos a un fusilado momentos previos a su muerte.

¿Qué les diferencia a uno y otro cineasta? ¿Por qué Pedro consigue adentrarse en ese mundo del 'otro lado'; mientras que Sirgado cae en el intento?

Para Pedro la vida, el mundo sólo será concebida como CINE -en mayúsculas-. Y lo percibe como una experiencia pura, capaz de desencadenar momentos de éxtasis, momentos mágicos, poéticos, arrebatadores, de una plenitud parecida a los que sólo se dan en la infancia en la que sigue anclado.

Sirgado, por el contrario, es un cineasta que pese a emocionarse con el cine que Pedro graba con su Super 8, lleva una vida convencional, y con eso me refiero a la vivida dentro del imperante colectivo social, sus normas, sus placeres, excesos y banalidades. Al final, Sirgado parece ser castigado, incluso fusilado por una cámara que ejerce de ametralladora, una metáfora de que el cine lo mata, y no le concede el pase al otro lado, al mundo de pureza e infancia, en el que vive Pedro.



Cuando llegas a sentir una película con tal intensidad, te hace ver la senda por la quieres guiar tu vida.

Cuando encuentras una película que te llena a tales niveles, reafirmas tu identidad.

Esa película se convierte en algo más que séptimo arte -que ya es decir- , cruzando las fronteras del celuloide para penetrar en tus entrañas y formar parte de tu psique de por vida.


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