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Quebraderos de cabeza

ATENCIÓN: Antes de subir esta publicación he de decir que la escribí hace tres años. Concretamente en un vuelo Varsovia-París a modo de diario de abordo (o eso pone en el cuaderno). Así que perdonen por la redacción, las redundancias y el tono un tanto 'teeneger' de su contenido. Podría haberlo editado y haberlo asemejado a mi yo actual, pero me ha hecho tanta gracia que he decidido dejar el texto intacto. Todo esto se debe a que hoy he tenido el placer de ver 'Fur', un guión que condensa en tres meses los cambios que impulsan a Diane Arbus (una de mis fotógrafas predilectas) a pasar de ser una frustrada ama de casa, en el Nueva York de los años cincuenta, a ser una de las artistas más reconocidas del siglo XX. Como no sólo me gusta su fotografía sino que también me fascina su manera de ver las cosas y su irresistible atracción por lo diferente, me he sentido tan terriblemente identificada que me ha venido el recuerdo de este texto que escribí. Me ha costado lo suyo encontrar la libreta en la que estaba escrito pero aquí está. Por mucho cine que devore, no soy muy de hacer críticas o reseñas porque pienso que hoy en día casi todo está en la red, y como podéis ver los que seguís mi página (si es que alguno la sigue) últimamente me he decantado más por escribir crónicas de carácter literario. De ahí que no os desgrane la película. Así que no me enrollo más y os dejo con este texto que escribí sobrevolando el territorio que dista la fría y gris Polonia con el bullicioso y sofisticado París.

Quebraderos de cabeza

Sólo tú sabes lo que esconde tu mente. Ese laberinto lleno de ires y devenires del que la niebla parece hacerse dueña, llevándote unas veces a caminar a gatas para poder vislumbrar el camino, y otras, a pegar tales brincos que llegas a alcanzar la cima de la luna.

Parece que tu cerebro se alimenta de antonimias; que cuando repartieron el itinerario de cerebros del mundo, al tuyo le tocó caer en arenas movedizas. Y mientras que el resto de seseras harían de sus correspondientes personas seres cuerdos y normales, a ti te tocaría lidiar con todo tipo de preguntas y paradigmas impropias de una vida sencilla. Y con vida sencilla, me refiero a una vida con vistas a una caja negra, oído en stand by y gusto conformista. O lo que viene siendo lo mismo: una vida mediocre.

Estabas predestinada a la inestabilidad. Tú siempre tendrías que ir más allá. El por qué se convertiría en una palabra en tu vocablo situada al mismo nivel que el “gracias” o el “buenos días”. Sin olvidarnos de la intensidad. Si, querida mía: LA INTENSIDAD. ¿Acaso existe el color gris neutral en tu vida? Todo tiene que ser tan auténtico como las trenzas de Pipi Calzaslargas. Siempre huyendo de convencionalismos, palabras, mentes y personas vacías. Siempre buscando un significado, ¿qué digo un significado?: ¡el significado!


Tratando de vivir el guión de la película que viste en aquel Cineclub y con cuya protagonista te sientes terriblemente identificada. Porque ¡stop! El hecho de haber nacido con un cerebro de serie limitada no te hace vivir en esa novela idealizada, sino que más bien te convierte en una especie de –adorable- bichito raro que vive de la esperanza de que algún día pueda vivir, aunque sólo sea, unos minutos en ese carrete de película.


Como te decía, ese ir y venir, esa montaña rusa, hará que muchas veces, incluso llegues a envidiar la serenidad de los dueños del cerebro modelo ‘stand by’. ¡Qué diablos! Llegarás a sentirte tremendamente desdichada e incluso querrás estrujar a tu cerebrito y cambiarlo por el que dirige una vida cómoda, sencilla y sin quebraderos.


Amiga mía, llegará el día en que te preguntes: ¿de qué me sirve esto a mí? E incluso mires al cielo lamentado qué has hecho tú para merecer esto. Sí, todo muy de ‘mujeres al borde de un ataque de nervios’. Pero por mucho que trates de enamorarte del primer buen chico que llegue a tu vida, o trates de encajar en la oficina de tu padre, te darás cuenta de que dentro de ti se activará un botón de alarma que hará que te sientas más perdida que un dinosaurio en la Guerra Fría.


Como ya has podido comprobar, estás destinada a lo difícil. Eso sí, cuando algo te llene de verdad –porque tranquila, que afortunadamente la gama de abanicos es muy amplia, y como bien dice mi madre “siempre hay un roto para un descosido”-, la disfrutarás con una intensidad mayor que un orgasmo con Devendra Banhart (por decir lo primero que se me ha venido a la cabeza).

Y es que estás destinada a el todo o la nada. La escala de grises escasea en tu retina, y aunque muchas veces pierdes la calma, sólo tú tendrás la capacidad de ver la vida de un color tan especial que hará que incluso acabes queriendo a ese loco, singular y maldito cerebro que tienes por cabeza. Y sólo tú podrás entender la sensibilidad de esa manera tan pura: sufrir como nadie, pero disfrutar como ninguna otra. Has elegido quedarte únicamente con lo que te llene y te de vida. Ánimo, es un largo camino, pero te aseguro que por mucho que te guste soñar estás más despierta que el resto de los eternos mortales. ¡Aprovéchalo!


Fotografías de Diane Arbus

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