DANIEL JOHNSTON: más allá del mito. Crítica del documental The devil and Daniel Johnston
“Soy el fantasma de Daniel Johntson. Es un honor y un privilegio, dirigirme a ustedes, para hablarles de mi vida y del otro mundo. Creo en dios y en el demonio también. El demonio existe y sabe cómo me llamo” Como si de un predicador se tratase, el propio Daniel Johntson presenta este documental biográfico que hace un viaje desde la infancia hasta la actual situación de un hombre peculiar, cuya vida es el reflejo del arte, la excepción a la regla. Un ser incomprendido por una obsesión que consumió y le consumió. Una vida resumida en 105 min de admiraciones y calamidades, logros y decepciones. El artista loco, que imperantemente solo puede expresarse por medio del arte y la música, una original interpretación del mundo; su mundo, puerilmente misterioso.
El enfoque de este documental más bien recuerda al de un artista ya fallecido. La idea de fama que tanto perseguía, se escapa de nuestro concepto post-moderno de la celebridad ya que no explica cuanto „mola‟ ser estrella de la música. Evidentemente aparecen estos ambientes pero siempre reflejados con la crudeza, la realidad de un hombre que entendía su entorno de forma distinta al mundo convencional. Un retrato del músico que hace un recorrido biográfico con entrevistas a sus familiares y allegados, alternado con filmaciones, grabaciones y fotografías correspondientes a cada época, haciendo de hilo conductor, lo que permite conocer el proceso de su vida personal. Desde el Daniel joven y artista. El pequeño de cuatro hermanos, incomprendido por su familia, ligada a la religión cristiana pseudo-fundamentalista, para la que el estudiar „algo de bien‟, buscar trabajo, y cuidar de la familia representan la „normalidad‟. Pero Daniel no es igual que ellos. Con declaraciones tan duras como “él era la chispa que provocaba desde el sótano, que se incendiase toda la casa” su progenitora muestra la disconformidad con su propio hijo, cuya idea de ser artista, repelaba por completo a ambos padres.
Gracias a las, ahora reliquias, grabaciones que el mismo fue creando con su Super8 desde temprana edad como también grabaciones de audio en casete, nos ofrecen la imagen de un Daniel Johnston ya desde pequeño diferente a los demás, particular y lleno de gracia por el arte. El documental ofrece a un Daniel Johtson al desnudo. El mundo de Daniel se ve reflejado en toda su producción artística: videos caseros en los que imitaba tanto a su madre, escenas donde retrataba la vida cotidiana de su familia, incluso otras en las que interpretaba su propio papel. También sus ilustraciones de carácter infantil, llenas de fuerza, reflejaban la imagen de un niño grande, lleno de simpatía y miedos. Asimismo explica el origen del famoso ojo ocular desgarrado, su seña de identidad, a modo de firma. El demonio que recobrara una gran importancia también será representado con gran asiduidad en sus dibujos, este medio de expresión es muy significativo para entender la mente del artista. A esta rica materia prima no podía faltarle banda sonora, y cada imagen está envuelta con sus propias canciones, y sus diarios narrados en cassette que combinan a la perfección el hecho que cuenta en cada momento a lo largo del documental.
Serán sus padres, hermanos, su mejor amigo y su manager quienes darán su propio testimonio sobre Daniel, ya que este apenas aparece en pantalla como testimonio actual, sino más bien a través de sus propias composiciones repletas de mensajes e ideas. Su familia será la encargada de contar los episodios psicóticos y más problemáticos del protagonista. Momento de especial fragilidad cuando narra el relato en el que casi se mata junto a su padre por conducción temeraria en una avioneta.También se intercalan con otros más críticos hacia su propio hijo, en el que los padres no esconden el descontento que tenían con que su hijo fuera artista y no llevara una vida como la que ellos consideran normal. Su manager, quien le muestra apoyo incondicional pese a sus idas y venidas con él, a quien llegó a despedir. Su amiga Kathy McCarthy, que habla con una gran admiración de su carrera profesional pero con un tono de lástima, así como el testimonio de varios amigos y músicos que fueron testigos de la vida de Johtson en Austin, la ciudad que acunó el ascenso de este singular artista. Pese a la acertada documentación que permite al espectador comprender la vida y mente del cantante, la calidad cinematográfica del mismo no está a su altura. La combinación de las imágenes y el tiempo no es adecuada en muchos de sus fotogramas.
El documental señala que el gran objetivo del cantante era hacerse famoso. Aspecto que hace cuestionarse sus valores, así como el papel que ocupa la música en su existencia. Está claro que su tortuosa vida necesita una voz a través de la que narrar sus amores no correspondidos, sus miedos, lo que pasa por su cabeza…. Pero el hecho de que la mayor de sus metas sea hacerse famoso hace cuestionar el fin por el que escribía las letras. ¿Sería la fama? Es preferible pensar que no, pero el filme lo deja en entredicho. Esta exquisita narración que recorre su trayectoria desde su comienzo musical, hasta llegar a ser un músico de renombre muestra dos mundos: por un lado el artístico, y por otro el mundo paralelo que terminó por dominarlo hasta el punto de afirmar que Satán hablaba con él –de ahí el título del mismo- o de considerarse a sí mismo como un enviado de Dios. Un mundo formado por delirios que fueron incrementando a medida que crecía y también debido a su conexión con las drogas. Un mundo que acabó por dominarlo haciéndole ingresar en varios psiquiátricos, y pasar grandes temporadas ausente de la vida musical. La incorporación de artistas como Sonic Youth, Half Japanese o el mismísimo Kurt Cobain luciendo la camisera con la portada de su Hi, How Are You, acreditan el talento de Johntson. Uno de los vacíos que presenta el documental es un testimonio actualizado en voz propia. ¿Jonhtson no volvió a tener ningún flechazo desde aquel primer obsesivo y no correspondido primer amor? ¿Habrá calmado sus anhelos de fama? ¿Cómo habrán evolucionado sus pensamientos? ¿Cómo será para él subirse a un escenario y ser vitoreado por tanta gente? Son muchos los interrogantes que se despiertan, de manera instintiva, tras ver el filme que sólo muestra la relación actual de Daniel con sus padres, en el último tramo, quienes cuidan de él. Un final muy poco alegador para una mente tan brillante. Una pieza documental, que sin duda refleja a la perfección la estremecedora vida de este prolífico artista con una brillante documentación en la que incluso llega a recrearse los escenarios que habían tenido relevancia en su vida, tales como las salas en las que daba sus conciertos, la casa de la que se tiró una anciana asustada por Daniel, o el interior de los centros psiquiátricos e los que estuvo ingresado, muchos de ellos ya abandonados.
Lo que está claro es que, pese a las adversidades, Jonhtson ha logrado consagrase como uno de los más reconocidos cantautores del siglo XX con su voz aguda y desafinada, y su folk repleto de ideas que brotaban de su alma a borbotones. Daniel Johnston podría ser un hombre encerrado en la ambición de un niño sin rumbo; un hombre que quiere algo sin que él mismo sepa su finalidad. Ese dibujo infantil que tanto le particulariza es el reflejo de un niño encerrado en el cuerpo de un hombre. Una expresión que llena de encanto el espacio con su voz impregnada de historias reales de su vida. Quizá por eso tienen tanta fuerza, porque son sentimientos sinceros, propios de un niño que no sabe mentir. Un documental de culto en el que Jeff Feuerzeig ha sabido mostrar a la perfección toda la sensibilidad que esta figura encarna conduciéndonos a través de un itinerario en el que se mezclan la inspiración divina, el caos, el genio y su vulnerabilidad.