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AÑO CERO: Adiós tópicos revolucionarios. Una mirada actual a la literatura cubana


Artículo publicado en DesbloqueandoCuba


Goliat no ha podido derrotar a David; o ¿Ha sido David quien ha cedido ante Goliat? Biblismos aparte: el pasado 17 de diciembre Obama y Raul Castro dieron un paso histórico anunciado un acercamiento entre sus dos países, y la posibilidad de restablecer sus relaciones diplomáticas, rotas durante más de 50 años.


El gigante del capitalismo y líder de la sociedad de consumo ha decido volver a abrir su emblemática embajada en la capital cubana. ¿Se tratará de un mero lavado de imagen a modo de propaganda cubana? ¿Qué intereses se guardarán bajo la manga de Obama? Lo que no lograron las armas y el bloqueo, parece que lo ha logrado el paso del tiempo, que también ha ido reduciendoo las llamas del primitivo espíritu revolucionario cubano.


Resulta paradójico que la despedida de Obama del poder coincida con este acercamiento a la eterna enemiga. Levantan especial curiosidad las líneas que seguirá el discurso castrista tras el paso dado. Las primeras libertades para el pueblo cubano están manchadas por la tinta del pasado: al final del proceso Cuba podría volver a ser, como en la época de Batista, el cabaret de Estados Unidos. Lo que no se puede negar es que esta actuación se aleja del modus operandi estadounidense hasta la época. Un paso estrecho, demasiado estrecho.

Este no es el primer conato de acercamiento, el escritor Gabriel García Márquez ya admitió en 1999 haber sido el emisario de un texto secreto que su amigo Fidel Castro le envió a Bill Clinton. Un texto que no obtuvo respuesta y que sirvió de fondo para que el periodista brasileño Fernando Morais escribiera su novelaLos últimos soldados de la Guerra Fría.

La literatura siempre ha sido uno de los sectores más críticos y reticentes con el sistema castrista. Una literatura que ha vivido constantemente perseguida y privada de libertad de expresión y, que aun así se ha resistido a seguir la única línea editorial que imperaba en la isla, la que imponía el régimen castrista. Censura, exilio, incluso cárcel, frente a la protección y los privilegios que disfrutaba la literatura alineada con el mensaje oficialista.

¿Cómo ha afectado esta ablación de expresión a la literatura cubana hecha hasta el momento? ¿Cómo es la literatura actual en la isla? ¿Qué nuevos horizontes literarios podrían surgir tras el supuesto desbloqueo? para entender el contexto actual de la literatura cubana debemos dar un paso atrás, hacer un flashback que nos permita remontarnos a la tradición literaria que existía en la isla y cómo ha evolucionado hasta la actualidad.


Ahondar en el testimonio cubano resulta incompleto sin hablar de su revolución. Y más, cuando fue el guión que sirvió de inspiración a más de una generación de escritores. Serían los narradores de los años 60 y 70 quienes estarían claramente marcados por los acontecimientos de la Revolución Cubana. Hablar de la literatura y revolución es hablar de Reinaldo Arenas, Jesús Díaz o Guillermo Rosales. Años críticos en los que en Lunes de Revolución, suplemento literario semanal del periódico oficialista cubano Revolución, se debatía sobre el compromiso social del creador y la estética del realismo socialista soviético.


Ha llovido mucho desde entonces, pero es indiscutible el poso que la revolución cubana ha dejado en sus páginas. Pese a que sus líneas han evolucionado hacia temas más existencialistas y la revolución ya no es protagonista de sus escritos, todavía es importante como transmisor de las escaseces vitales de la Isla, de la falta de infraestructuras o de la dilapidación de la vivienda, así como de las experiencias de desenfreno: de aberraciones sexuales, de violencia esperpéntica, de los absurdos del día a día que convierten la existencia en un suplicio kafkiano. Los primeros años de este milenio apuntaban a una mayor presencia del sujeto, la referencia cultural y la fuga hacia otros escenarios de la ficción, tanto espaciales como fantásticos.

Eso no quiere decir que no haya todavía escritores interesados en un realismo que cuestiona y refleja los acontecimientos más inmediatos. La literatura cubana actual se renueva también en la realidad social del país. Tanto en las novelas de ficción, como los ensayos, los cuentos y la poesía dentro de un marco político más tolerante y menos dogmático. Es una literatura desde el punto de vista creativo, más independiente de las instituciones gubernamentales.

El “realismo mágico” instaurado por el boom que aconteció en los sesenta como el paradigma de la narrativa latinoamericana, encuentra su reencarnación cubana en el ´realismo sucio´, cuyo estilo radica en una fascinación tremendista, que surge de los escombros de la utopía revolucionaria. Uno de los referentes más célebres de este realismo sucio es Pedro Juan Gutiérrez con su Trilogía Sucia, autor que pese a la censura, ha sido uno de los mayores narradores eróticos de la isla.


¿Cómo estudiar la literatura cubana sin exacerbar las divisiones que siguen persistiendo entre “el lado de allá” y “el lado de acá”? Actualmente las literaturas de la isla y la diáspora se parecen cada vez más y, sin embargo, siguen divididas políticamente, en su mayor parte. Los hay quienes como Leonardo Padura, pueden relatar su visión del mundo tanto desde dentro como desde fuera de la isla. Otros, sin embargo no cuentan con la simpatía del régimen. En esta larga lista de escritores exiliados nos encontramos con Ronaldo Menéndez, quien vive en Madrid desde hace dos décadas, y pese, a no poseer estatus de opositor, pertenece a ese grupo de exiliados. Los que decidieron marcharse y escribir desde fuera, la mayoría optó por reflejar las añoranzas y agonías propias de la inmigración. Al principio muchos fueron prohibidos por el simple hecho de haber emigrado señal de no estar de acuerdo con el sistema socialista, pero después solo empezaron a ser prohibidos aquellos cuyo contenido era una evidente una crítica al estado y al proceso revolucionario. Hoy en día no se le da espacio ni se le facilita publicaciones a escritores críticos a esa misma revolución, pero tampoco se persigue, incluso a algunos se les conoce aunque sea en un sector reducido.


Pese a los signos aperturistas, la posibilidad de publicación está también muy vinculada al sistema económico cubano, casi todas las publicaciones están subsidiadas por el estado, por lo que han de pasar los cánones establecidos por la única editorial existente controlada por el gobierno. El movimiento editorial y mediático de libros y autores no hace justicia a los movimientos internos de la literatura cubana actual, sigue siendo precaria, a pesar de la globalización. Aunque escaseen, algunas de las casas editoriales más relevantes son Letras Cubanas, o Editorial Arte y Literatura, pero lo cierto es que no abundan.

Los nuevos escritores han preferido dialogar con el periodo posterior, es decir, con lo revolucionario como antiguo régimen. En su escritura predomina la estética transnacional y distópica. Son los autores enmarcados en la Generación Año Cero, un grupo integrado por poetas y narradores que viven dentro y fuera de la isla y que, como rasgo común, publicaron su primer libro después del año 2000. Entre los participantes figuran escritores residentes en Cuba y en el exilio, entre ellos Abel Fernández-Larrea, Carlos Esquivel, Erick Mota, Gleyvis Coro Montanet, Jorge Alberto Aguiar Díaz, Jorge Enrique Lage, Lien Carrazana, Lizabel Mónica, Orlando Luis Pardo Lazo, Osdany Morales, Polina Martínez Shviétsova y Raúl Flores.

Generación Año Cero es un fenómeno eminentemente urbano, de La Habana, tanto en la biografía de sus autores como en sus temáticas. No les une una temática común; tan siquiera un rango de edad, pero la mayoría de sus historias decostruyen los paradigmas del pensamiento único como identidad nacional.


La nueva narrativa cubana emerge, pues, no como reacción pasiva sino como resistencia activa. Y emerge desde cero, inesperada, desde los márgenes de la tradición literaria y el mainstream. Deseosos de reconstruir todo discurso previo sobre lo que se supone sea la “cubanidad”, desde lo erótico hasta lo político. No son pocos los que exploran el formato digital underground cubano como Espacio Polaroid y revistas literarias y de opinión, ilegal en Cuba.


La cuestión de cómo afectará el desbloqueo estadounidense a su literatura todavía está en el aire. El escritor Texidor Savigne considera que a corto plazo no tendrá ninguna influencia negativa, “como mucho ampliará la manera de explicar lo que significa el desbloqueo en sí”, explica. Habría que entender este desbloqueo a medio plazo para ir inmiscuyéndose en el debate literario. Para Savigne, el futuro “es impredecible”. La literatura ya ha contado los grandes cambios que se podrían avecinar tras el anuncio, pero muchos escritores se muestran reticentes: “Todo dependerá de cómo el estado cubano deje que las comunicaciones, las redes sociales y las nuevas empresas proliferen”, explica Savigne.

Lo que está claro es que, pese al castrismo, el peso de la globalización se siente cada vez más, y obliga a Raúl Castro a una paulatina apertura del panorama literario cubano al mundo. Pese a los años de silencio, censura y exilio, es indiscutible la riqueza cultural y literaria que este microcosmos ha engendrado en su interior. Velemos, pues, para que este desbloqueo no traiga consigo solo una previsible fuga de cerebros, si no una verdadera democratización literaria en la Isla.

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