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HORA DE AVENTURAS: disparate apocalíptico con doble de azúcar



El mundo que conocíamos ha sido destruido. Tras la guerra de los champiñones la vida humana se ha extinguido. De sus vestigios emerge la Tierra de Ooo, un continente post-apocalíptico que da cabida a todo tipo de personajes que sufren diferentes mutaciones o surgen de un mundo oculto. Seres que van desde lo más terrorífico y demoniaco, hasta lo más tierno y angelical: pasando por robots, criaturas de gominola, vampiros y otras figuras de fantasía.

En la casa del Árbol habitan Finn, al parecer el único humano que sobrevivió a la catástrofe, y Jake, el perro que tiene la capacidad mágica de estirarse y adoptar la forma que guste. Ambos personajes son los protagonistas, amigos y hermanos adoptivos, presentados como héroes de todas las historias de Hora de Aventuras.

Once minutos de relatos repletos de cambiantes y delirantes situaciones conforman cada capítulo de Hora de Aventuras, una serie de animación que está causando furor entre todos los públicos. ¿Acaso los dibujos animados son sólo para niños? Como sus propios directores explican “escribimos para reírnos nosotros mismos: para pasar un buen rato”. De hecho se ha consolidado como uno de los referentes de las series de animación actual, ideada y puesta en marcha por Pendleton Ward, guionista, animador y productor estadounidense formado en el Instituto de Artes de California. Sus inicios se remontan a 2007 con un corto que pese a su brevedad mostraba la esencia de la serie, que rápidamente causó furor en Internet. Tras dos años en tierra de nadie fue contratado por Cartoon Network y hasta la actualidad cuenta con seis temporadas.

La trama es una excusa para desarrollar el absurdo y el surrealismo. No obstante, la cosa no se queda ahí. Hay coherencia, claro que la hay. Y gran parte de ella adquiere sentido gracias a la caracterización de sus personajes.

Unos personajes que pese a ser prototipos de cuentos de niños enmascaran a la perfección clichés y estereotipos sociales. A la vez que ensalzan valores para los más pequeños de la casa tratan cuestiones como la amistad, la valentía y el descubrimiento de la madurez. No obstante, estos se desarrollan dentro de un espacio surrealista que da cabida a situaciones mucho más profundas de lo que aparentan ser. La frontera entre el bien y el mal es muy difusa por la ‘inocencia’ de sus personajes. En su mayoría son seres mutantes que responden a roles básicos pero que a la vez tienen una doble cara que hace imposible juzgarlos. Como si de una inocente perversión se tratara, muchas veces juegan con el doble sentido de los hechos, llegando a crear escenas sugerentes y ambiguas que más de un padre no estaría de acuerdo con que su hijo viera. Siempre desde una discreción que deja la cuestión en el aire, pero que es suficiente para pasar desapercibida a ojos de un niño.

¿Qué decir del humor? Tontorrón a veces y ácido en otras, rozando los máximos de lo absurdo sin caer en excesos. Con un sobresaliente doblaje al castellano, que no se limita sólo con traducirlo del inglés americano sino que incorpora ‘españolismos’ tan típicos como ‘chachi piruli’, ‘fiestuqui’ o ‘mola mogollón tío’, con una jerga ‘molona’ sacada de cualquier adolescente actual.

Si a todos estos ingredientes le añadimos su estética: un mundo teñido de colores pastel con un toque naif y ‘candy’, que bien podría ser una evolución de la usada en Bob Esponja o FlapJack del que el mismo Pendleton fue guionista. La secuencia de los episodios no tiene una línea temporal. Cada capítulo es independiente. Aunque alguno hace, a modo de historia contada, una explicación del pasado de los personajes y del mundo donde viven. Es muy difícil mantener la regularidad de sus capítulos más brillantes, que se alternan con otros de menor nivel argumentativo, entendiendo que es una serie enfocada para niños.

Un universo adictivo en el que la ruptura de todo tipo de expectativas puede asemejarse a la línea de clásicos infantiles tales como Alicia en el País de las Maravillas o Donde Viven los Monstruos de Maurice Sendak. Es evidente que esta imaginación totalmente desmesurada con un espíritu indie (reflejado a través del grupo Templeton elegido para doblar su banda sonora) es el resultado de un cúmulo de influencias que se ha ganado a todo tipo de públicos. Desde los más ‘cool’ o ‘hipsters’, pasando por adolescentes, y su público más fiel: los pequeños de la casa. Una generación que todavía no entiende el trasfondo de esta serie iconoclasta que atenta contra los clichés del género, y que ofrece una visión optimista ante cualquier adversidad. Hora de Aventuras, puede ser el equivalente contemporáneo a los cuentos fantásticos clásicos. Un post-apocalipsis que lejos de deprimir acaba por impregnarnos de una explosión de sabor a algodón de azúcar.

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